jueves, 26 de diciembre de 2013

10 meses después

Da vértigo tomar decisiones que conllevan empezar de cero, que de alguna forma implica romper con lo que has vivido hasta ahora y volver a nacer habiendo ya vivido. Te tiemblan las piernas, el estómago se hace un nudo y la garganta queda como un barranco en el que hace siglos que no corre más agua que alguna lágrima de algún nostálgico que busca perderse en su soledad. A ritmo de adioses levantas la mano, tragas saliva y te despides. Esa es la cruz. 

La cara es levantarme casi un año después a tu lado y darme cuenta que aunque echo de menos a quienes forman parte de mi historia, mi historia no tiene sentido si no estás en ella. Si no eres la razón de cada día, si no eres tu quien cuida mi sueños. Que nadie entenderá que quiera subirme a un burro o disfrazarme de embrión, que nadie sabrá calmarme en sueños como lo haces tú, y por supuesto, nadie sabe cumplir mi sueño como lo haces tú. De mi mano, sin soltarme. Que no hay nada que me guste más que nuestros bailes a deshoras en cualquier rincón sin ningún motivo.