Y llegó el día tan temido. Toca recoger y hacer la maleta. Vuelta a la rutina y a estar lejos de ti. Este mes junto a ti ha sido como un sueño. Nos tocaba disfrutar y vivir cosas nuevas, y así lo hemos hecho.
Y aquí estoy ahora, sentada en este sofá con el sol entrando por la terraza y observando cada lugar de esta casa, intentando empaparme de recuerdos, de nuestros recuerdos.
Hacía tiempo que no tenía esta sensación. Es como si mi estómago quisiera decir algo, y mis ojos lo entendieran. No quiero llorar, aunque es inevitable. Quizás es impotencia. No quiero irme, no, si no es contigo. Estoy cansada de las despedidas, y de las divisiones, de eso también.
A pesar de esto, me voy con las pilas cargadas y con más ganas de luchar que nunca. Aunque creo que el tiempo de luchar, ya ha pasado y ahora es el de la paciencia. Pero bueno ya lo dice una canción… “cuánto más largo es el camino más firmes son mis pasos”.
Cómo voy a echar de menos esos achuchones antes de irte a trabajar…