martes, 8 de julio de 2008

Corazas...

Amamos, sentimos, luchamos por lo que queremos...

Luchamos tanto que es necesario ponernos un escudo para que no nos duela, para no morir.

Esa coraza que nos protege de etiquetas, de la incertidumbre, del dolor; que nos ayuda a tener esa calma aparente, a aparentar, a ocultar...
A dar calma a aquellos que la necesitan, sin dejar ver cuanto nos afecta aquello que acontece, aún cuando nos encontramos en la más oscura tormenta.

Y entonces llega la calma...

¿Hasta cuando necesito la coraza? ¿cómo desprenderse de algo que ha formado parte de uno durante tanto tiempo? ¿Hasta cuando?

Es entonces cuando más te necesito... a ti... TÚ.

Tú que me liberas de ella, que eres capaz de devolverme esa sonrisa que no encuentro, que me iluminas con sólo mirarme...

Y me pregunto si soy fuerte... ¿lo soy?

Pero entonces llegas tú...

Llega a calmar mi alma, a curar mi herida, a despojarme de mi coraza... a darme la tranquilidad perdida... a enseñarme...
Ven en silencio, como siempre... sin que se note

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