Luchamos tanto que es necesario ponernos un escudo para que no nos duela, para no morir.
Esa coraza que nos protege de etiquetas, de la incertidumbre, del dolor; que nos ayuda a tener esa calma aparente, a aparentar, a ocultar...
A dar calma a aquellos que la necesitan, sin dejar ver cuanto nos afecta aquello que acontece, aún cuando nos encontramos en la más oscura tormenta.
Y entonces llega la calma...
¿Hasta cuando necesito la coraza? ¿cómo desprenderse de algo que ha formado parte de uno durante tanto tiempo? ¿Hasta cuando?
Es entonces cuando más te necesito... a ti... TÚ.
Tú que me liberas de ella, que eres capaz de devolverme esa sonrisa que no encuentro, que me iluminas con sólo mirarme...
Y me pregunto si soy fuerte... ¿lo soy?
Pero entonces llegas tú...
Llega a calmar mi alma, a curar mi herida, a despojarme de mi coraza... a darme la tranquilidad perdida... a enseñarme...
Ven en silencio, como siempre... sin que se note
No hay comentarios:
Publicar un comentario