
Así, sin más...como cuando probé por primera vez un higo. Quité la coraza que lo protegía y lo saboreé una y otra vez, incluso esas duras pepitas que costaban tanto de masticar.
Y ahora, sorbito a sorbo te cuelas en mi.
Y quisiera ser una de esas jodidas plantas llenas de pinchos que crecen en cualquier sitio. Y crecer a tu lado. Y protegerte de cualquier animal que se acerque a pegar bocado.
Pero no lo soy. Simplemente soy planta con raíces bien clavadas a la tierra en que nació, ansiosa de que una ráfaga de viento la arranque y la haga volar a otro sitio, quizá más cercano a ti.
Dame la mano, como cuando estaba empezando a enamorarme de ti, y llévame a ese sitio donde nos refugiamos, donde todo es perfecto.
Que se me olvide el amargo sabor de lo que es echarte de menos.
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