viernes, 19 de septiembre de 2008

N.a.d.a.

***

Confirmado. Me he vuelto una cagada. Cada vez me siento más débil y con más miedo para afrontar todo. Cuando despierto por la mañana, tiemblo pensando en como me irá el día, intento coger calma y dar la oportunidad que se merecen las próximas 24 horas. Te despierto susurrándote y tu voz me calma, tus besos me alivian. ¡Bien! Hemos empezado bien el día. Sigo teniendo el motivo que me empuja a vivir. Tambaleándome llego hasta el baño. Abro el grifo y me tiro agua en la cara, sin que sea demasiado que no quiero que me despierte a la puta realidad. Me quedo pensando por qué los problemas no se van igual, porque no se escurren entre mis dedos y desaparecen. Desaparecen para siempre. Paso de pensar más. No quiero empezar mal el día. Me visto, me pongo esa camisa de rayas blancas y rojas que siempre me dices que no uso, unos vaqueros medios rotos y unas zapatillas. No sé si voy a conjunto, pero me da igual. Me peino. Sigo teniendo ese remolino tan rebelde que se aferra a llevarme la contraria. Lo dejo en paz. Y me baño con tu perfume. Cierro los ojos mientras me lo pongo. Te siento conmigo. Te huelo. Te noto. Y me escalofrio. Quiero seguir con la dosis de tus recuerdos. Me pongo una taza de tus sonrisas, y unos cuantos buenos momentos para mojar en ella. Se me caen. Y me salpica. Me encanta que me salpiquen nuestros recuerdos. Ya ha pasado media hora, puede ser que este sea un buen día.
***
¡Error! Primera llamada. Ya está, ya se ha jodido. "No sé qué hacer. Cómo se lo digo. No tengo ganas sino de morirme." Buff, noto como se me quiebra el alma, suelto el teléfono y me escondo a darme unos cuantos puntos de sutura. Se mantiene, yo creo que puede aguantar más.
Escucho millones de problemas de la gente. Me concentro en ayudarles, y de vez en cuando veo como esa maldita gota de sangre me mancha la camisa. Por suerte, ha sido justo en una raya roja.
Tengo cinco minutos. Busco soluciones. Joder me bloqueo. Encima, se ha puesto a llover. El sol se ha escondido, tiene un día vago y las nubes lo han usurpado. Quieren que noten su presencia, y se manifiestan en litros de impotencias. Corro hasta la puerta. Respiro. Me mojo. Me encanta la sensación, sobretodo cuando camuflan mis chorros de problemas.
Sigo escuchando voces. Por momento no sé ni de dónde vienen. Miro el reloj, ya falta poco. Hago montoncitos de palabras, los ordeno de mayor a menor longitud y hago un repaso a ver si con un poco de suerte hoy no duele tanto. Pero no, no sé si es la lluvia, el lugar o echarte de menos, lo que hace que hoy me desangre.
Salgo corriendo. Ya está. Tu voz. Me has salvado. A medida que me vas hablando el mundo va dejando de existir. Empiezan a desaparecer los coches. El ruído. Las prisas. La lluvia. Las lágrimas. Los problemas. Y mi mundo se queda en tí. Y cierro los ojos y respiro tu oxígeno. Sin pasarme que no quiero que tu te ahogues y a veces tengo miedo de dejarte sin oxigeno.
Vuelvo a casa. La miro y tiemblo. Paro. No quiero mirarla más joder.
Últimamente no sé que me sucede, que me fijo en cada uno de los detalles de ella. Como si no la volviera a ver nunca más. Subo las escaleras acariciando el pasamano. Llego a mi habitación y tiro todo por la cama y la mesa. Es hora de comer. Me toca ingerir unas cuantas migajas de problemas acompañadas con un buen vasito de desesperanza.
Me acuesto. Susúrrame que me quieres por favor. Deja que me cobije entre tus alas, me da miedo la realidad. Déjame esconderme, y si preguntan por mí di que me he ido a Plutón en busca de un baúl de soluciones. Vente conmigo. No puedo prometerte lujos, pero si te vale unos abrazos que te protejan y un alma que te cuide de las radiaciones gentiles sólo tienes que seguirme.
Sí, como me dijiste hace dos noches. Ven, sígueme. No digas nada. Sígueme.
Quizás termine con un sofá tirado en medio de algún lugar del mundo, pero aún así tu voz me seguirá alegrando y seguiré siendo feliz. Feliz de escucharte a tí.
¿Sabes otra cosa que me asusta?
Que se haga más fuerte que nosotras. Que te haga daño mi puta realidad. Que te ahoguen mis problemas. Que te robe las fuerzas. Que me absorba tu oxígeno. Que te rompas. Joder, los puntos no han servido de nada. De pensarlo se me ha roto en mil pedazos el alma. Pues nada, mientras te espero abriré la mano para sentir tus latidos, que no se han ido ni se irán nunca. Y pondré un puñado de los míos a ver si se contagían y florece un cachito de alma para ponerme de nuevo. No es que te robe tu alma, sino que con un cachito será suficiente porque forma para de tí y eso significa que se hace grande a cada segundo.
Menos mal...

No hay comentarios: